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ASOCIACIÓN CIVIL MADRES DEL DOLOR

0800-22-AYUDA (29832)

Marcela Iglesias
6 años

5 DE FEBRERO DE 1996-2016
Pasaron 20 años de su muerte, que parece mucho si lo pensamos desde el transcurrir del tiempo real.
Pero hay otro tiempo que podríamos llamar atemporal en el cual Marcela sigue estando eternamente niña y aparece en una sonrisa, un lugar donde estuvimos con ella, alguna anécdota y ese recuerdo nos acompaña y nos conforta.
Como también nos conforta el acompañamiento que recibimos tanto de mis compañeras Madres del Dolor, Asoc. Amigos del Lago, La Iglesia Del Niño Jesús, la prensa, Organismos de Derechos Humanos y la sociedad en su conjunto.
Todos la recuerdan y se preguntan qué pasó? ¿por qué no hubo justicia?
Es una larga lucha en la cual los distintos jueces siempre inclinaron la balanza para el lado de los responsables de su muerte, a los que le permitieron 117 apelaciones y recusaciones negándonos a nosotros la justicia.
La Corte Suprema cerró la causa considerándola "insustancial y carente de trascendencia", salvo el presidente Dr. Ricardo Lorenzetti quien expresó en su fallo que los padres tenemos derecho al juicio que estamos reclamando.
Al cerrarse la causa en nuestro país recurrimos a la Comisión Interamericana de DD.HH. Esperando que sea elevada a la Corte de Costa Rica.
Nosotros no vamos a bajar los brazos; lo hacemos por ella y por otros casos similares de muertes absurdas que se siguen produciendo y podrían evitarse. Porque al no condenar a nadie quedan en la impunidad.
Marcela vino al mundo para ser amada, desarrollarse como persona, realizar sus sueños y proyectos de vida.
Ya desde pequeña se preocupaba por la naturaleza y proteger a los animales. También cuando sus compañeros se peleaban ella trataba de llevar armonía y apaciguar las diferencias. Con su dulzura y amor por la vida estaría junto a nosotros reclamando por los espacios verdes, y elevando su voz en el reclamo de justicia.-
Es muy difícil sobrellevar su muerte; hasta en algunos momentos tener que desarmar su habitación, dar sus vestidos preferidos. En cuanto a sus juguetes, cada uno con su nombre, su historia y la conexión afectuosa hacia ellos. Era difícil desprenderse y regalarlos.
En una oportunidad un sacerdote dijo que teníamos que pensar que todos esos juguetes formaban el corazón de Marcela y que cada juguete era un pedacito de ese corazón
que iba a alegrar al niño que lo recibiera. Con ésta idea se nos facilitó pensar que otros chicos puedan jugar y disfrutar con alegría como lo hacía ella.